Conocer las amenazas que afectan el medio ambiente es el primer paso para actuar contra ellas
La Escasez del Agua
Autor:Laura Alejandra Rojas
Fecha de creación:Agosto 6 de 2020
La escasez de agua se puede definir como el punto en el que el consumo de los usuarios afecta al suministro o calidad del agua, de forma que la demanda no puede ser completamente satisfecha. Las condiciones agudas de sequía y la disminución de recursos de agua naturales se centran más en lo que sigue siendo un problema mundial: la falta de acceso al agua potable dulce. El agua es una necesidad urgente en muchas áreas del mundo. Esa escasez se está extendiendo a medida que se necesita el agua para crecer y procesar alimentos, crear energía y satisfacer a la industria para una población en constante crecimiento. El cambio climático es un factor clave. Hay varias soluciones disponibles capaces de abordar eficazmente la escasez de agua, incluyendo el reúso, almacenamiento, manejo, conservación y numerosas tecnologías de tratamiento de agua tales como la desalinización. Típicamente, uno o más enfoques deben ser adoptados conjuntamente para ser efectivos, ya sea que una corporación dependiente de agua o una entidad gubernamental esté haciendo la adopción. Sin gestión y estrategias del agua para hacer frente adecuadamente a la demanda cada vez mayor, la solución queda incompleta.
La escasez de agua implica estrés hídrico, déficit hídrico, y crisis hídrica: El concepto del estrés hídrico es relativamente nuevo y se refiere a la dificultad de obtener fuentes de agua dulce durante un cierto período, una situación que puede culminar en un mayor deterioro y agotamiento de los recursos hídricos disponibles. El déficit hídrico puede ser causado por cambios climáticos tales como patrones climáticos alterados —incluyendo sequías o inundaciones— así como el aumento de la contaminación y el aumento de la demanda humana de agua, incluso su uso excesivo. Una crisis hídrica es una situación que se produce cuando la disponibilidad de agua no contaminada dentro de una región es inferior a la demanda de agua en esta región. La escasez de agua está siendo impulsada por dos fenómenos convergentes: el creciente uso de agua dulce y el agotamiento de los recursos de agua dulce disponibles.
Este problema afecta a alrededor de 2800 millones de personas en todos los continentes, más de 1300 millones de personas no tienen acceso a agua potable. Se estima que aproximadamente el 70 % del agua dulce se destina a la agricultura. El problema de la escasez de agua se está intensificando en países como China, India y África subsahariana. El continente africano tiene el mayor número de países afectados por la escasez de agua. Sólo el 0.007% del agua existente en la Tierra es potable, millones de personas deben caminar más de 12 kilómetros diarios para conseguir agua potable. La falta de agua potable causa la muerte de 4500 niños por día. La escasez económica de agua suele ser la principal causa en la mayoría de los países por escasez de este recurso. Se estima que uno de cada cinco países en vías de desarrollo tendrá problemas de escasez de agua antes de 2030 Para el año 2025, también se prevé que 26 países africanos sufran de escasez de agua.
La degradación de la calidad del agua contribuye a la escasez de este recurso. Este es un aspecto importante en el manejo de los recursos hídricos, el cual ha sido tratado con negligencia. La mala calidad del agua tiene múltiples consecuencias para la salud y el medio ambiente, que vuelven al recurso no apto para su uso, dando como resultado la reducción en la disponibilidad de recursos hídricos. En efecto, la contaminación del agua ha devenido en una de las grandes amenazas para la disponibilidad y reúso del agua dulce. La acelerada urbanización, el incremento en las actividades agrícolas, el uso de fertilizantes y plaguicidas, la degradación del suelo, las altas concentraciones de población y la deficiente eliminación de desechos afectan la disponibilidad de los recursos de agua dulce.
Existen diversas causas que producen la escasez de agua en el mundo, entre las que podemos destacar:
La contaminación. Nos referimos tanto a la contaminación de aguas dulces como a la contaminación de la tierra o del aire, ya que la contaminación se puede filtrar al agua y también puede afectar al aire.
La sequía. Debido al fenómeno del cambio climático se potencia la aparición o desarrollo de las sequías, que suponen que durante un tiempo prolongado no haya lluvia, por lo que causa escasez de agua tanto para el consumo humano como para los cultivos o la industria.
Uso descontrolado del agua. Tanto a gran escala, en las fábricas, como a pequeña escala, en nuestras propias casas, en algunas ocasiones malgastamos el agua y no recordamos que es un recurso escaso.
La escasez de agua en el mundo es un problema que puede aumentar y que produce consecuencias graves como las siguientes:
Enfermedades. La escasez de agua y la falta de sistemas de potabilización adecuados obliga a recurrir a fuentes de agua contaminadas que pueden provocar enfermedades.
Hambre. La escasez de agua puede afectar a la agricultura, la ganadería y la industria y, por lo tanto, producir escasez de alimentos y hambre.
Desaparición de especies vegetales. Las plantas necesitan una gran cantidad de agua para desarrollarse y cuando el agua escasea se secan y desaparecen.
Conflictos. La escasez de recursos está en el origen de numerosos conflictos en el mundo y supone el desplazamiento de las personas a otros países para encontrar lugares seguros en los que vivir.
Se denomina contaminación ambiental a la presencia de componentes nocivos (ya sean químicos, físicos o biológicos) en el medio ambiente, que supongan un perjuicio para los seres vivos que lo habitan, incluyendo a los seres humanos. La contaminación ambiental está originada principalmente por causas derivadas de la actividad humana, como la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero o la explotación desmedida de los recursos naturales. La contaminación es el ingreso de sustancias nocivas en un entorno determinado y que afectan a su equilibrio y lo convierte en un ambiente inseguro. Las causas de la contaminación ambiental dependen de varios agentes y varían según el ecosistema al que afecten.
Los agentes contaminantes pueden ser sustancias químicas (plaguicidas, herbicidas, cianuro, etc.), petróleo, radiaciones, gases contaminantes, residuos urbanos, entre otras cosas. Todos ellos, en general, pueden producir graves daños en los ecosistemas, si bien la principal razón de su producción son las actividades humanas asociadas a la industria, el comercio, la explotación minera, etc.
En este sentido, la contaminación está generalmente asociada al desarrollo económico y social de las naciones, especialmente cuando este desarrollo se produce sin considerar las consecuencias que tiene en el medio ambiente. De allí que se sostenga que el desarrollo sustentable es la forma idónea para que puedan caminar a la par el desarrollo y la protección del medio ambiente.
La contaminación ambiental es un problema global, que afecta a todos cuantos vivimos en el planeta Tierra, y que, por lo tanto, debe ser abordado con responsabilidad. Existen legislaciones y tratados, tanto a nivel nacional como internacional, que tienen como objetivo controlar la emisión de sustancias contaminantes, como es el caso del Protocolo de Kioto sobre el cambio climático.
La contaminación puede ser, en general, de dos tipos:
Natural: causada por fenómenos como los incendios forestales, las erupciones volcánicas, los tsunamis o los terremotos.
Artificial: provocada por la actividad del ser humano. Como por la interrupción de los ciclos naturales del ecosistema, el mal uso de los recursos naturales o la mala gestión de los residuos.
Como también existen:
Contaminación del aire. Se basa en la liberación de sustancias en la atmósfera que alteran su composición y hacen que sea nociva para el hombre, los animales o las plantas. Algunas de las sustancias más contaminantes son: el monóxido de carbono, el dióxido de azufre o el óxido de nitrógeno.
Contaminación del agua. Se produce cuando se liberan contaminantes en el agua que transportan los ríos, en el mar o en aguas subterráneas. Un ejemplo de esto son los plásticos que terminan en el mar o los derrames de petróleo que se han producido en mares y océanos.
Contaminación de la tierra. Ocurre cuando determinados productos químicos se filtran sobre o bajo tierra. Suele suceder con el petróleo y con metales pesados. Otros químicos que también contaminan la tierra son los herbicidas y plaguicidas que se utilizan en la agricultura. Una vez más las sustancias químicas de uso común en la agricultura intensiva son las causantes de este tipo de contaminación. Aunque no son las únicas. Las baterías (de los teléfonos móviles por ejemplo), las pilas o los vertederos también liberan sustancias nocivas que se filtran en el suelo.
Los principales afectados de este tipo de contaminación son las plantas, árboles y cultivos. Y es la pescadilla que se muerde la cola. La presencia de este tipo de sustancias en los suelos afecta a su calidad y productividad. La falta de minerales provoca la pérdida de vegetación. Y la ausencia de plantas conduce a la erosión que, a su vez, altera la riqueza del suelo.
Contaminación térmica. Seguro que alguna vez has escuchado las graves consecuencias que puede tener para el medio ambiente que la Tierra aumente su temperatura, esto esta relacionado a la contaminación térmica. El aumento de la temperatura (o calentamiento global) afecta a los polos y los glaciares. Se calcula que la Antártida ha multiplicado su deshielo por cuatro en los últimos 25 años, lo que está provocando (lo estamos viviendo ya) consecuencias muy negativas. Entre las más importantes se encuentran la subida del nivel del mar, la alteración del equilibrio de los ecosistemas o cambios en las corrientes marinas y el clima. No solo eso, también puede provocar la reaparición de enfermedades.Se produce cuando aumenta la temperatura del agua, por ejemplo, y produce efectos negativos sobre los seres vivos.
Contaminación acústica. Cualquiera que haya vivido en una gran ciudad la ha sufrido: aviones, helicópteros, ambulancias, coches, grandes aglomeraciones de personas y muchos más.
Las causas de la contaminacion ambiental son:
Tala excesiva de árboles.
Extracción, procesamiento y refinamiento de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural).
Producción de energía con combustibles fósiles y otras fuentes no renovables.
Uso excesivo de automóviles y otros medios de transporte impulsados por gasolina o diésel.
Uso indiscriminado de plásticos y otros materiales derivados del petróleo.
Liberación de plásticos y objetos no biodegradables en espacios naturales.
Una de las principales consecuencias es la creacion de enfermedades. La contaminación ambiental supone un riesgo para la salud tanto de los seres vivos que habitan en los ecosistemas como para el propio ser humano. Según afirma la Organización Mundial de la Salud, la contaminación atmosférica aumenta las posibilidades de padecer enfermedades respiratorias agudas, como la neumonía, y crónicas como el cáncer de pulmón y las enfermedades cardiovasculares.
Tambien se encuentra la extinción de especies. La tala indiscriminada, la explotación excesiva de los recursos naturales y la emisión de contaminantes a la atmosfera amenazan la vida de especies y plantas que ven reducido su hábitat llegando incluso a la extinción.
Frenar la contaminación de todo tipo está en manos de cada uno de nosotros. Se trata de modificar hábitos poco a poco para ayudar a reducir lo que contaminamos. Algunas cosas que podemos hacer son:
Utiliza el transporte público. Nos hemos acostumbrado a utilizar el carro para todo, pero es hora de pensar en el planeta y en nuestro futuro y de usar medios de transporte más sostenibles y respetuosos con el medioambiente. El transporte público es una buena solución, más barata y menos contaminante que el carro.
Consume productos ecológicos. Para la producción de productos ecológicos se evita el uso de elementos químicos que puedan perjudicar al medioambiente. No solo los puedes encontrar en alimentación, también en limpieza, moda o cosmética.
Recicla. Solemos tener claro dónde tirar los envases o el vidrio, pero en muchos otros casos no sabemos dónde tirar los residuos y la primera norma para reciclar es separar.
Reduce el consumo de plásticos. Utilizamos mucho plástico y la mayoría es de un solo uso. Se estima que el tiempo medio de uso de una bolsa de plástico es de 10 minutos y tarda unos 400 años en degradarse.
Disminuye el uso del agua y de la energía eléctrica. El agua es un recurso que se puede agotar por lo que es fundamental cuidar su uso. Esto lo podemos lograr con pequeños gestos como cerrar el grifo cuando te laves los dientes, reciclar el agua. En el caso de la energía eléctrica es fundamental reducir el uso optando por electrodomésticos de bajo consumo, utilizando bombillas tipo led, apagando las luces de casa cuando no estemos
Elige energías renovables. Las energías renovables son aquellas que se obtienen de fuentes naturales que producen energía de manera inagotable como pueden ser el sol, el aire o el mar. Además de ser inagotables no tienen impacto en el medioambiente. Para utilizarlas, puedes colocar paneles solares en tu casa, de forma que recibas energía eléctrica para calentar el agua y tu vivienda.
Muchos de los habitantes de este planeta aún no entienden el peligro que corremos si este vital líquido escasea, ya que cerca del 70 % de nuestro mundo es ‘agua’ y somos demasiadas personas las que habitamos en él, además muchos se la pasan desperdiciándola, inclusive es muy notorio ver la falta de ‘cultura’ respecto a preservar y cuidar el medio ambiente, incluyendo significativamente el agua potable.
Cabe mencionar que sólo el 2.53%, de ese 71 por ciento de agua en el planeta, se puede utilizar para consumo humano, además de que los podemos encontrar solamente al interior de los casquetes polares.
El agua que encontramos sufre daños irreversibles, muchas veces por condición natural, y otras por intervención humana.
A continuacion voy a dejar algunos de los mejores consejos para evitar malgastar o desperdiciar el agua.
Cuida el sistema hidráulico de tu hogar: Una gota que cae de un grifo de agua parece algo insignificante, pero a lo largo del tiempo implica el desperdicio de cientos de litros de agua. Es de vital importancia cuidar cualquier goteo, escape o fisura en el sistema hidráulico de tu hogar. Revisa las tuberías con cierta regularidad, esto no sólo evitará el desperdicio de agua sino que estarás previniendo daños mayores por humedad o inundaciones.
Reduce el consumo cotidiano de agua: Hay actividades que se realizan a diario, varias veces al día, en las que se desperdician cientos de litros de agua. Lavarse los dientes, ducharse, asearse las manos, lavar los platos y todas estas actividades cotidianas pueden hacerse utilizando la mínima cantidad de agua si tan solo se cierra la llave mientras se enjabona y se abre sólo para enjuagar brevemente. Parece un detalle, pero el impacto es inmenso.
Evita tirar aceite y otros residuos al desagüe: El inodoro no es una papelera y si lanzas al desagüe aceite u otros residuos o productos químicos, estos llegarán a las aguas del mar, lagos o subterráneas, contaminándolas. La mayoría de las plantas de tratamiento no están listas para procesar estos residuos que alteran el equilibrio de estos cuerpos de agua, por lo que lo mejor es informarse sobre lugares donde llevar esos residuos.
Recicla el agua de la lluvia: Si tienes jardín, o si vives en un área rural donde no hay un suministro continuo de agua, el instalar un sistema de captación pluvial puede hacer una gran diferencia en tu estilo de vida, pues podrás aprovechar el agua de lluvia en tu hogar.
Utiliza sólo contenedores de buena calidad: Si utilizas tanques o tinacos para almacenar agua, busca que sean de buena calidad y que permitan conservar el agua pura por más tiempo, que no tengan fisuras ni escapes. Al no tener que cambiarlos ni vaciarlos con frecuencia, podrás ahorrar más agua.
Utiliza recipientes para las tareas cotidianas: Evita dejar el chorro abierto para lavar y limpiar. Prefiere usar un balde para lavar el automóvil, un vaso para enjuagarse mientras te lavas los dientes, dos cubetas con jabón y agua para lavar los platos, un bowl para lavar frutas y verduras, entre otros puede hacer una gran diferencia. Un simple recipiente hará que la tarea sea más rápida, eficiente y evita el desperdicio de agua.
Haz cargas completas: Reúne toda la ropa sucia durante un par de semanas al menos y separa por colores. Esto te permitirá hacer cargas completas y aprovecharás toda el agua que se utiliza en el proceso de lavado. Utiliza las cantidades justas de detergente y emplea el selector de carga de la lavadora. Esto hará que ahorres agua, pero también mejorará el desempeño del aparato, alargará su vida útil y ahorrarás electricidad.
Los hábitos alimentarios sanos comienzan en los primeros años de vida; la lactancia materna favorece el crecimiento sano y mejora el desarrollo cognitivo; además, puede proporcionar beneficios a largo plazo, entre ellos la reducción del riesgo de sobrepeso y obesidad y de enfermedades no transmisibles en etapas posteriores de la vida.
Llevar una dieta sana a lo largo de la vida ayuda a prevenir la malnutrición en todas sus formas, así como diferentes enfermedades no transmisibles y trastornos. Sin embargo, el aumento de la producción de alimentos procesados, la rápida urbanización y el cambio en los estilos de vida han dado lugar a un cambio en los hábitos alimentarios. Actualmente, las personas consumen más alimentos hipercalóricos, grasas, azúcares libres y sal/sodio; por otra parte, muchas personas no comen suficientes frutas, verduras y fibra dietética, como por ejemplo cereales integrales.
La composición exacta de una alimentación variada, equilibrada y saludable estará determinada por las características de cada persona (edad, sexo, hábitos de vida y grado de actividad física), el contexto cultural, los alimentos disponibles en el lugar y los hábitos alimentarios. No obstante, los principios básicos de la alimentación saludable siguen siendo los mismos.
Los alimentos se agrupan en función de su composición mayoritaria en nutrientes, reflejada en las tablas de composición de los alimentos, que son muy utilizadas para planificar la dieta. Otra forma de clasificarlos se basa en la utilización o rentabilidad que el organismo obtiene de cada uno de los nutrientes contenido en un alimento determinado.
Ciertos nutrientes, como el hierro y el calcio, por ejemplo, se encuentran muy repartidos en alimentos como legumbres y verduras; sin embargo el organismo no los aprovecha tan óptimamente como cuando proceden de la carne y derivados y de la leche, respectivamente.
Básicamente, los alimentos se agrupan en los siguientes grupos: energéticos, que incluyen los hidratos de carbono (CHO) y las grasas; plásticos (proteínas), que intervienen como constructores; y reguladores (vitaminas y minerales).
Los alimentos se agrupan en función de su composición mayoritaria en nutrientes, reflejada en las tablas de composición de los alimentos, que son muy utilizadas para planificar la dieta. Otra forma de clasificarlos se basa en la utilización o rentabilidad que el organismo obtiene de cada uno de los nutrientes contenido en un alimento determinado.
Ciertos nutrientes, como el hierro y el calcio, por ejemplo, se encuentran muy repartidos en alimentos como legumbres y verduras; sin embargo el organismo no los aprovecha tan óptimamente como cuando proceden de la carne y derivados y de la leche, respectivamente.
Básicamente, los alimentos se agrupan en los siguientes grupos: energéticos, que incluyen los hidratos de carbono (CHO) y las grasas; plásticos (proteínas), que intervienen como constructores; y reguladores (vitaminas y minerales).
Grasas: son una de las principales fuentes de energía para el organismo, que al consumirlas en las cantidades adecuadas se convierten en un elemento primordial que ayuda al crecimiento, al desarrollo y a mantener una buena salud. Se debe tener en cuenta que las grasas se pueden encontrar en tres presentaciones: sólida (manteca), semisólidas (mantequillas o margarinas) o líquidas (aceites); cada una de ellas tiene efectos diferentes en el metabolismo.
No todas las grasas son favorables; uno de estos casos es el de las grasas trans, un tipo específico que se forma cuando los aceites líquidos se convierten en grasas sólidas como la manteca o la margarina en barra.
Carbohidratos: constituyen la principal fuente de energía de nuestra alimentación, son el combustible para desarrollar las actividades diarias, mantener la temperatura corporal y el buen funcionamiento de órganos vitales del cuerpo. Pueden ser simples y complejos.
Los primeros se encuentran de manera natural en caña de azúcar, remolacha y miel o son añadidos en forma de azúcares, como por ejemplo a productos industrializados o de pastelería, mientras que los carbohidratos complejos están en alimentos como arroz, papa, yuca, ñame y plátanos entre otros.
Se deben consumir de manera moderada, pues en exceso pueden ocasionar sobrepeso, obesidad, diabetes y otras enfermedades crónicas; mientras que el bajo consumo produciría desnutrición o bajo peso.
Proteínas: son las responsables de la formación de células, los tejidos y órganos, así como de construir los músculos, parte de las hormonas, de las enzimas que transportan ciertas moléculas (como la grasa) y transmitir señales. También están presentes en una gran cantidad de funciones del organismo. Durante los periodos de crecimiento, embarazo, lactancia y recuperación de enfermedades es necesario el consumo de alimentos fuentes de proteína en mayor cantidad.
Las fuentes de proteína pueden ser de origen animal como huevos, pescados, leche, carnes magras, pavo, y pollo; o de origen vegetal como las leguminosas (frijol, lenteja, garbanzo, alverja), nueces y frutos secos, quinua, entre otros.
Una dieta saludable tiene que reunir las características siguientes:
Tiene que ser completa: debe aportar todos los nutrientes que necesita el organismo: hidratos de carbono, grasas, proteínas, vitaminas, minerales y agua.
Tiene que ser equilibrada: los nutrientes deben estar repartidos guardando una proporción entre sí. Así, los hidratos de carbono (CHO) han de suponer entre un 55 y un 60% de las kcal totales al día; las grasas, entre un 25 y un 30%; y las proteínas, entre un 12 y un 15%. Además hay que beber de 1,5 a 2 litros de agua al día.
Tiene que ser suficiente: la cantidad de alimentos ha de ser la adecuada para mantener el peso dentro de los rangos de normalidad y, en los niños, lograr un crecimiento y desarrollo proporcional.
Tiene que ser adaptada a la edad, al sexo, a la talla, a la actividad física que se realiza, al trabajo que desarrolla la persona y a su estado de salud.
Tiene que ser variada: debe contener diferentes alimentos de cada uno de los grupos (lácteos, frutas, verduras y hortalizas, cereales, legumbres, carnes y aves, pescados, etc.), no solo porque con ello será más agradable, sino porque, a mayor variedad, habrá también una mayor seguridad de garantizar todos los nutrientes necesarios
Se considera actividad física cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos que exija gasto de energía. La actividad física no debe confundirse con el "ejercicio". Este es una variedad de actividad física planificada, estructurada, repetitiva y realizada con un objetivo relacionado con la mejora o el mantenimiento de uno o más componentes de la aptitud física. La actividad física abarca el ejercicio, pero también otras actividades que entrañan movimiento corporal y se realizan como parte de los momentos de juego, del trabajo, de formas de transporte activas, de las tareas domésticas y de actividades recreativas. Además del ejercicio, cualquier otra actividad física realizada en el tiempo de ocio, para desplazarse de un lugar a otro o como parte del trabajo, también es beneficiosa para la salud. La actividad física —tanto moderada como intensa— es beneficiosa para la salud.
Un nivel adecuado de actividad física regular en los adultos: reduce el riesgo de hipertensión, cardiopatía coronaria, accidente cerebrovascular, diabetes, cáncer de mama y de colon, depresión y caídas; mejora la salud ósea y funcional, y es un determinante clave del gasto energético, y es por tanto fundamental para el equilibrio calórico y el control del peso.
La actividad física es necesaria para conseguir la condición física que nos permite vivir con el mayor grado de autonomía personal posible para afrontar la vida diaria y para ejercer un mayor control sobre nuestra propia salud. La forma física es:
La capacidad para transportar el oxígeno de forma eficiente, resistencia cardiorrespiratoria.
La capacidad de mantener contracciones musculares repetidas con la mayor frecuencia posible, resistencia muscular.
La capacidad para vencer una resistencia, fuerza.
La capacidad para movilizar las articulaciones, flexibilidad.
La capacidad de realizar un movimiento con la máxima rapidez, velocidad.
Los cuatro tipos principales de actividad física son la actividad aeróbica, las actividades para el fortalecimiento de los músculos, las actividades para el fortalecimiento de los huesos y los estiramientos. La actividad aeróbica es la que más beneficia al corazón y los pulmones.
Actividad aeróbica
La actividad aeróbica pone en movimiento los músculos grandes, como los de los brazos y las piernas. Correr, nadar, caminar, montar en bicicleta, bailar y dar saltos en tijera son ejemplos de actividad aeróbica. La actividad aeróbica se llama también actividad de resistencia. La actividad aeróbica hace latir al corazón más rápido que de costumbre. Durante este tipo de actividad la respiración también se hace más rápida. Con el tiempo, la actividad aeróbica que se realiza con regularidad hace que el corazón y los pulmones sean más fuertes y funcionen mejor.
Otros tipos de actividad física
Los otros tipos de actividad física —las actividades para fortalecer los músculos, las que fortalecen los huesos y los estiramientos— benefician al cuerpo de otras formas. Las actividades de fortalecimiento muscular mejoran la fuerza, la potencia y la resistencia de los músculos. Hacer flexiones de brazos en el suelo (lagartijas), hacer abdominales, levantar pesas, subir escaleras y cavar en la huerta o el jardín son ejemplos de actividades de fortalecimiento muscular.
En las actividades de fortalecimiento de los huesos, los pies, las piernas o los brazos sostienen el peso del cuerpo y los músculos ejercen presión contra los huesos. Esto ayuda a fortalecer los huesos. Correr, caminar, saltar a la cuerda y levantar pesas son ejemplos de actividades de fortalecimiento de los huesos.
Las actividades de fortalecimiento muscular y de fortalecimiento de los huesos también pueden ser aeróbicas. Todo depende de si obligan al corazón y a los pulmones a trabajar más que de costumbre. Por ejemplo, correr es una actividad aeróbica y de fortalecimiento de los huesos.
Los estiramientos mejoran la flexibilidad y la capacidad de mover completamente las articulaciones. Tocarse los dedos de los pies, hacer estiramientos laterales y hacer ejercicios de yoga son ejemplos de estiramientos.
Grados de intensidad en la actividad aeróbica
La actividad aeróbica puede ser de distintos grados: suave, moderada o intensa. La actividad aeróbica moderada e intensa es más beneficiosa para el corazón que la actividad aeróbica suave. Sin embargo, la actividad suave es mejor que la falta de actividad. El grado de intensidad depende del esfuerzo que sea necesario hacer para realizar la actividad. Por lo general, las personas que no están en buena forma física tienen que esforzarse más que las que están en mejor forma. Por esa razón, lo que representa una actividad suave para una persona puede ser una actividad de intensidad moderada para otra.
Actividades suaves y moderadas: Las actividades suaves son tareas cotidianas corrientes que no requieren mucho esfuerzo. Las actividades moderadas hacen que el corazón, los pulmones y los músculos trabajen más que de costumbre. En una escala del 0 al 10, las actividades moderadas corresponden a un 5 o a un 6 y producen aumentos evidentes de las frecuencias respiratoria y cardíaca. Una persona que está realizando una actividad moderada puede hablar pero no cantar.
Actividades intensas: Las actividades intensas hacen que el corazón, los pulmones y los músculos trabajen mucho. En una escala del 0 al 10, la actividad intensa corresponde a un 7 o a un 8. Una persona que está realizando una actividad intensa no puede decir sino unas pocas palabras antes de detenerse para tomar aliento.
Se recomienda...
Para niños y adolescentes de 5 a 17 años de edad:
Practicar al menos 60 minutos diarios de actividad física moderada o intensa.
Duraciones superiores a los 60 minutos de actividad física procuran aún mayores beneficios para la salud.
Ello debe incluir actividades que fortalezcan los músculos y huesos, por lo menos tres veces a la semana.
Para adultos de 18 a 64 años de edad:
Practicar al menos 150 minutos semanales de actividad física moderada, o al menos 75 minutos semanales de actividad física intensa, o una combinación equivalente entre actividad moderada e intensa.
Para obtener mayores beneficios para la salud los adultos deben llegar a 300 minutos semanales de actividad física moderada, o su equivalente.
Conviene realizar las actividades de fortalecimiento muscular 2 o más días a la semana y de tal manera que se ejerciten grandes conjuntos musculares.
Para adultos de 65 o más años de edad:
Practicar al menos 150 minutos semanales de actividad física moderada, o al menos 75 minutos semanales de actividad física intensa, o una combinación equivalente entre actividad moderada e intensa.
Para obtener mayores beneficios para la salud estas personas deben llegar a 300 minutos semanales de actividad física moderada, o su equivalente.
Las personas con problemas de movilidad deben practicar actividad física para mejorar su equilibrio y prevenir caídas por lo menos 3 días a la semana.
Conviene realizar las actividades de fortalecimiento muscular 2 o más días a la semana y de tal manera que se ejerciten grandes conjuntos musculares.
La intensidad con que se practican distintas formas de actividad física varía según las personas. Para que beneficie a la salud cardiorrespiratoria, toda actividad debe realizarse en periodos de al menos 10 minutos de duración.
La actividad física regular de intensidad moderada —como caminar, montar en bicicleta o hacer deporte— tiene considerables beneficios para la salud. En todas las edades, los beneficios de la actividad física contrarrestan los posibles daños provocados, por ejemplo, por accidentes. Realizar algún tipo de actividad física es mejor que no realizar ninguna. Volviéndonos más activos a lo largo del día de formas relativamente simples podemos alcanzar fácilmente los niveles recomendados de actividad física.
La actividad física regular y en niveles adecuados:
Mejora el estado muscular y cardiorrespiratorio.
Mejora la salud ósea y funcional.
Reduce el riesgo de hipertensión, cardiopatía coronaria, accidente cerebrovascular, diabetes, diferentes tipos de cáncer (como el cáncer de mama y el de colon) y depresión
Reduce el riesgo de caídas y de fracturas vertebrales o de cadera.
Es fundamental para el equilibrio energético y el control de peso.